26.5.09

tutti siamo bambini...


Amo el olor a tierra mojada, quiero que vuelva a llover. Hoy fui a dar clases de italiano a niños y de regreso a las actividades que son más normales me percate del hecho de que cuando eres niño, la impaciencia es diferente, solo te importa crecer para poderte subir a la montaña rusa, y cuando eres grande solo quieres ser más joven, porque cuando eras niño el momento de impaciencia era solo por las tardes de verano junto a la piscina, cuando las digestiones se hacían en dos horas y la impaciencia era el color azul de las vacaciones, y no roja y alterante como lo es para los grandes. Cuando somos grandes somos peor que niños, todo nos pasa igual o peor… por eso es que siempre hay que tener un niño dentro, no solo para sabernos ridiculizar, y ver la vida más simple, sino para sabernos impacientar.

Desde niños somos impacientes pero igual que nosotros la impaciencia crece junto y se convierte en algo malo, ¿Falta mucho? Siempre preguntábamos al adulto más cercano, y mientras esperábamos una respuesta que ya sabíamos, pero que nunca llegaba, sonreíamos a nuestro reflejo, imaginábamos un barco pirata en la piscina y un tesoro en el fondo esperando ser rescatado, por nosotros, por nadie más. Preguntábamos de nuevo, ¿falta mucho? Y como buenos cómplices nos regalábamos miradas y muecas mudas y volvíamos a espiar el agua impacientes, pero azules.

Solo éramos niños pero empezamos a valorar el paso del tiempo, de las horas, y de los minutos eternos, ahora solos los vemos pasar y nos quejamos, de niños empezamos a darnos cuenta de que lo bueno se hace esperar y que esperar no nos gustaba, y de grandes menos. Muy niños nuestras ganas podían al sol asfixiante debajo del que no parábamos de jugar, en la escuela cuando ya la impaciencia se apoderaba de nosotros, la impaciencia anhelando diversión, la impaciencia de querer YA, algo que vas a tener luego…

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