8.6.10

No siempre, pero la mayoría de las veces.


Está de moda usar como juicio devastador y adjetivo despectivo de nuestra época “Intenso”. ¡Qué intenso eres! ¿Por qué te importa tanto? ¡Qué clavado! ¿Qué te interesa? ¿Por qué no lo olvidas? Queremos vivir en este mundo: relajados, calmosos, indiferentes, frescos, serenos, valemadristas, tranquilos, fluidos… con una actitud y risa cínicas siempre, pues una si fueran auténticas sería signo de interés. Hay un esfuerzo, inhumano a mí parecer, por no ser intensos. Contradictorio, ¿no? Nuestras acciones dirigidas a alcanzar la fluidez y relajación máxima es ya una prueba de nuestra intensidad.
Soy apasionada, analizo, pienso, imagino, me enchaqueto, tomo una decisión y luego tomo otra, pregunto, expreso, me cuestiono y reflexiono ¿que hice bien? ¿qué dije mal? ¿por qué? ¡Qué intensa! Y aunque parece lo contrario y trato de estar muy relax, muchas veces me he dado cuenta de que prefiero esa energía y apasionamiento a estar en un estado catatónico, ajeno a lo que está sucediendo en mi entorno, esto sería una negación mía a mí.
¿Qué hacer entonces? Intensear? O no intensear? Vale madre. Lo más fácil es ser quién eres. Acepta el intenso que traes, reconócelo y enfréntalo si quieres, pero no lo asfixies tampoco lo intensifiques. La autenticidad es la respuesta.

No hay comentarios.: