Mi reino cierra sus puertas hasta nuevo aviso, me
reservo el derecho de admisión, los desertores se
quedan en la calle pasando frío. Yo a partir de ahora dejo
de jugar a esta tómbola sin premio seguro, abandono
la costumbre de invertir mal el tiempo .
La dicha llama a mi puerta, tiro la casa por la ventana de mi reino
que a partir de ahora adorno con candiles y faroles
para deslumbrar mi ceguera transitoria; cuando se harten
de abreviar su sentir, vuelvan a la esquina de siempre y
empiecen a ser testigos de lo que es capaz de hacer una reina.
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